18 de junio de 2007

A partir de Contuy (con el permiso del Sr. Lihn)

Contuy está a un costado del Estero Paildad, al frente de la localidad que lleva el mismo nombre.
Salimos tarde para allá, alrededor de las 10 y media, pues ultimamente las salidas a ronda son siempre así. Al llegar la gente lleva horas esperando y mira con ojos serios la llegada del equipo de salud, que ha demorado mucho más de lo necesario. A veces ni las quejas delatan la tensión de la espera; sólo ese gesto cansado en la mirada y un leve aire a reproche que flota en el ambiente.

Hoy es un día lleno de una luz amarilla y espesa que se refleja en el camino, en la escarcha, en el estero. Por el camino viene gente que busca atención médica de algún tipo, y nos saludan con amabilidad, sonrientes, esperanzados quizás.

Y es una esperanza que viene tal vez de dónde. La misma esperanza que se distingue en la consulta médica, cuando el paciente llega a preguntar por su dolencia y se entrega de cuerpo entero al médico. Se deja tocar, auscultar e interpretar. Se convierte por voluntad propia en una pregunta sin respuesta conocida y delega en el médico la responsabilidad de hallar contestación al enigma. ¿Será que se nos olvidó que somos dueños de nuestro cuerpo? ¿Será que nos olvidamos o que nunca tuvimos en nuestras manos ese conocimiento enigmático que tantas veces es la enfermedad? Ese cuerpo extraño del que no tenemos noticia ni memoria y que nos supera en su respuesta. Esa dolencia que elegimos desconocer deliberadamente o por costumbre, como si al traspasarle a algún otro la responsabilidad y el conocimiento, nos liberaramos de experimentarla...
Alguna vez alguien dijo que la ignorancia nos hace libres; ¿Será acaso que necesitamos librarnos de la responsabilidad de ser nuestro propio cuerpo?

Sí, en parte hemos elegido ser pregunta. En parte nos hemos permitido ser el último rincón conocido del planeta. Y hemos cultivado la costumbre de no entender. Y un miedo a ese cuerpo nuestro hecho de celulas, procesos químicos y estructuras desconocidas e inombrables. Hemos accedido a la transacción que la salud institucional nos ha propuesto, de empeñar nuestro autoconocimiento en pos de una cómoda ignorancia, en pos de ojalá no hacer preguntas, ni rebelarnos frente al tratamiento indicado, ni presentar síntomas inclasificables...


¿Será acaso reversible?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Tus textos son luminosos. Como si la intensa presencia del lugar en el que vives, el cielo de Chiloé, el agua que sube, baja, viene y va, el horizonte y eternamente el verde impregnaran cada una de tus palabras, confiriéndoles una nueva transparencia...

Anónimo dijo...

Otro comentario, pero esta vez para tus fotografías: pura belleza; un sueño. ¿Por qué no las pones en Flickr? (www.flickr.com). Para compartirlas con otros, en cualquier parte del mundo; realmente son imperdibles.