1 de agosto de 2007

En Tránsito

Estoy de vuelta. Y no es para tanto. La verdad es que pensaba que iba a ser peor, un poco por el pronóstico del tiempo de mi propio micro clima… pero supero el aire un poco denso de mi angustia, el tráfico urbano de mi psiquis, la congestión de emociones en mi garganta, y finalmente transito por la ciudad.

Santiago no es un mal pronóstico en sí, sino la posibilidad de hundirse en la tristeza más profunda… Al presenciar todo lo que ya no es, y al recordar el chilote viento arremolinado, los amaneceres azules, blancos y rojos (parece patriotismo, pero en verdad son así), el mar constante, pequeño, inmenso, lleno y vacío, la lluvia mezclada con todo lo existente… y la pausa. La pausa de todo lo viviente; como si se tratase de un pacto hecho tácitamente al cruzar Chacao y deslizarse por las colinas amarillas y verdes, las pulli de Ten Ten y Cai Cai en su lucha atávica.

Y bueno, no nos salgamos de libreto. Santiago es hoy el asunto. Y como decía, no está nada mal. Mi casa cada vez se convierte en un lugar más amable. Tengo mucho espacio (y en realidad no es poco para Samuel y yo, y nuestra gata Trufa) y se agradece. Se parece levemente –aunque de otro modo- a la sensación de libertad que tenía al contemplar el mar desde la playa de Queilen. Y aunque el veterinario ya confirmó que pronto llegarán creo que cuatro nuevos gatos a la casa, como ando positiva no lo encuentro tan terrible… quizás cuando anden por ahí rompiendo las plantas, cambie de parecer. Pero para eso falta. Y mejor me concentro en el presente.

Andar en bicicleta sigue siendo la mejor forma de movilizarse en esta ciudad, aunque debo reconocer que he perdido el entrenamiento… mis piernas se estresan por unas cuantas cuadras. Pero afortunadamente el yoga me ayuda a alivianarlas… Supongo que pronto volveré a ser la misma.


Y Transantiago… uff no es tan terrible… o al menos a mí me ha tratado bien… incluso puedo ir a dejar y buscar al pequeño gigante sólo por un pasaje y tomando cuatro micros…Tampoco demoro más que antes.

En resumen. Nada tan terrible. Eso sí, se extraña a los amigos de otras latitudes. Y para que decir a la familia en otras latitudes. Pero la familia se extiende, crece y muta, y los amigos han prometido visitas, asi que a no desesperarse y seguir en tránsito.